Confesión
Mi mundo arde violentamente por las llamas de amores fallidos, intentos no consumados, pasión vacía. Los incendios son fuertes, me deslumbran y me dejan tentando en las penumbras. Cuando al fin todo se acaba, cuando me siento casi muerta, ya desahuciada; saco unos cerillos y prendo una vela. Una vela suficientemente cálida para reconfortarme y suficientemente pequeña para no matarme. Una vela que se acaba y se consume conmigo, al paso de mi vida. Una vela que cuando quiere revolotea, y cuando no, permanece quieta. Una vela que no se niega a alumbrarme, porque si se apaga la mantengo encendida. Una vela que lo es todo, no alumbra altares, porque el ídolo es ella.