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Mostrando las entradas de mayo, 2018

Confesión

Mi mundo arde violentamente por las llamas de amores fallidos, intentos no consumados, pasión vacía. Los incendios son fuertes, me deslumbran y me dejan tentando en las penumbras. Cuando al fin todo se acaba, cuando me siento casi muerta, ya desahuciada; saco unos cerillos y prendo una vela. Una vela suficientemente cálida para reconfortarme y suficientemente pequeña para no matarme. Una vela que se acaba y se consume conmigo, al paso de mi vida. Una vela que cuando quiere revolotea, y cuando no, permanece quieta. Una vela que no se niega a alumbrarme, porque si se apaga la mantengo encendida. Una vela que lo es todo, no alumbra altares, porque el ídolo es ella.

El eterno ciclo del asco

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Hace mucho que no vengo para acá. Hace mucho que dejé este espacio y las palabras. Lo dejé después de darme cuenta que a nadie le importaba leer mis desgracias. Me di cuenta tarde. Para ser precisos, estuve sin darme cuenta desde el génesis de este espacio. Sin embargo, aquí estuve, aquí estuvieron mis palabras. A veces soy yo la única que acude a este sitio a leer y tal vez es por ello que escribía, para leer, para construir y avanzar. Vuelvo aquí para escribirme otra vez, porque si soy yo la única que lee, tengo el deber cívico de reprocharme el asco que da ser yo y vivir mi vida. Voy de fracaso en fracaso, lo poco que intento no cuaja y las miles de aspiraciones que tengo ahí se quedan porque me aterra seguir fracasando. Que si escribir un nuevo blog, que si escribir un ensayo, que si salir a la calle a entrevistar gente para hacer contenido bueno. Dejar de depender de personas a las que poco les importa mis problemas. Ir a un psicólogo, dejar de tener miedo de salir a la calle,