Relojes atrofiados en el metro

Esta vez la nausea no ha venido a mí en forma de disgusto, de odio contenido ni de reproche aumentado. Vino a mi en tu forma y en la del miedo.

Desde hace un tiempo, una hora específica me persigue. Tomo el celular y ahí la encuentro; en la esquina, en el centro, repentina como un parpadeo. Sólo me percato de ella por la particularidad que encierra. Dije que después de cierto tiempo de verla habrías de hablar conmigo. Pero terminaba la cuenta y la empezaba otra vez. En ese intervalo sentía alivio, horror, amor y finalmente miedo. Prefiero que no me hables, que no cruces palabra y no porque no te extrañe, porque sería tonto ocultar que me quemo de ganas de hablar contigo; de contarte que comencé a rasguñar la guitara o que un gato invadió la casa. Tantas cosas que hay que contarte, pero me detiene que nos dejamos en interrogante. Tengo miedo de la hora, que pronto la vea y al poco tiempo te comuniques conmigo sólo para decir "Gracias, compañera Angélica, es usted una excelente amiga". Peor aún, que la hora sea presagio de tu partida, no del mundo, pero sí de mi lado. Creo que acabo de darme cuenta que me asusta que me ames.

He visto esa hora hasta en los relojes atrofiados del metro, en los relojes de mis amigos y de mi padre. El temor se acumula, la duda conquista, la verdad que hay en mi se aferra a mi garganta y se enreda. No puedo hablar, solo escribir.

Hoy, en una foto que nos hizo hablar del pasado y que se encuentra en él, regresó a mí en la línea del tiempo para recordarme no el momento en que fue tomada sino lo que la foto pudo sacar de ti (aún pienso que fue una reacción visceral). Mire la esquina superior y estaba ahí, las 12:27 que pronto se fugaron, que ya no pude capturar. Me dije a mí misma que hoy era el día.

12:42: Ahí estás tú. Parece que debería colgarme un pañuelo con monedas y empezar a leer el futuro. Aunque sería un fraude, peor aún, seria una ingenua si creyera que puedo leer a alguien que no seas tú, aún cuando digo esto no sé cuáles sean esas tres cosas que quieras decirme. Me come el ansia de saberlas, pero un martillo en mi cien me dice insistentemente que puede cambiarme para siempre saber esas tres cosas que hoy me quieres decir.

1:16 a.m. Domingo 1° de Noviembre 2015
Angélica Vázquez.

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