Tinta.

Cuando me prohíbo la tinta, me viene la resaca de mi vida, de mi cuerpo. Mi cuerpo que se siente más pesado cada día que me rehuso a ella, cuando creo no merecerla. Han pasado ya tantos días, yo diría ya años, desde que me separé de ellas; que mis manos se han vuelto el verdugo de mi existencia. Y mi pie y una de mis manos se rehúsan, me dejan tirada en la cama o en el camino. Intento salvarme con la mano que me queda pero no responde, no sabe a quién hacerle caso. En mi viven dos: un demonio y una persona. Quisiera ser el demonio para sacar de un susto al inútil que me traba. Para desafiar al que me dice que no soy más que él. Para tener un nombre y que necesiten saberlo para sacarme a flote en una conversación. Quisiera ser demonio para poseer mi cuerpo, y llevarme por el camino de la tinta.

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