No hay ovejas mestizas.

Desde hace dos años y medio, me he envuelto en una sábana de invisibilidad de la vida diaria, de la confianza y de la auto-imagen que tenía de mi. En realidad intento recordar el intervalo de tiempo en que sucedió y averiguar qué causó la transición de eso a esto que ya no quiero ser.

Tengo una idea muy fuerte, sobre respetar lo que piensa la gente ya sea bueno, malo, radical o sistemático, puesto qué cada quién decide como dirigir su vida y eso de verse limitado o juzgado por la crítica simplemente entorpece la generación de ideas propias. Aunque esto parezca ilógico, con contradicciones al bienestar social, o hacia el mismo crecimiento del entorno y del pensamiento, me parece lo correcto y es algo que no quiero dejar ir. 

Sin embargo, a pesar de tener estas ideas, mi problema recae en una simple palabra: tolerancia. Me parece absurda la prepotencia, tanto como puede parecerle a algunas personas la reserva de la opinión. Simplemente la detesto, porque en ella está intrínseca esa cosa que muchos llaman convencer. Sentarse en un banco de la ideología preferida y querer qué todo el mundo sé siente detrás o debajo suyo. Me molesta aquello de alardear de lo que se debe de hacer o decidir. Levantar la bandera de los placeres y enseñarle al mundo que la has dejado por una obligación.

Esta es la primera vez que me animo a decir algo. Que se sepa y se tenga bien en cuenta, que la opinión sobre la forma de actuar y/o pensar de alguien aleatorio me la guardo en las cuatro paredes del cuarto que encierra mi consciencia. Pero este hipocresía me está matando. Me hiere la sangre y los pensamientos, y de pronto quiero salir de mi cascaron de neutralidad. Todo mundo siempre dice que nadie puede ser objetivo, puesto que sus ideas se encuentran escondidas tras de la lógica. Se quiere convencer, anexar, ganar adeptos, convivencia, ensalzamiento. Incluso, pensándolo desde esta perspectiva, puede que intente persuadir hacia la neutralidad no diciendo nada en una discusión, o hablando de ella como lo hago ahora mismo. Vaya paradoja de lo absurdo. 

El punto es que tal vez esta etapa de la neutralidad, de la reserva de opiniones y del enojo interiorizado, haya terminado o se comience a difuminar con alguna nueva forma de pensar, pero qué debe evolucionar a mejor. Escribo esto, porque mi hermana no entendía mis razones para abandonar el cuarto con el ave azul y mi todavía renuente posición a declarar, explicar u opinar sobre un tema, incluso uno personal. 

Hay tantos debates que día a día comienzo y termino, que la neutralidad no existe más que como fanfarronería hacia el exterior. No me presten atención, sí es que me leen, son debrayes mentales que algún día debían tocar la luz.


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